miércoles, 26 de septiembre de 2007

Hipersenibilidad a los movimientos de tierra

Teníamos previsto visitar Lima rápidamente y continuar viajando por el país hacia la costa sur. Habíamos disfrutado visitando los museos de Lima, la plaza de armas, la iglesia de San Francisco y su llamativo osario pero estábamos ansiosos por continuar viaje, así que a la mañana siguiente salimos temprano dirección Pisco.

El bus nos dejó en el cruce de Pisco con la Panamericana (carretera que cruza toda la costa de América del sur), rápidamente fuimos abducidos por un taxista que nos ofreció llevarnos al pueblo. En el trayecto abrimos la guía y decidimos sobre la marcha que nos llevara a la Posada Hispana, al principio el taxista no sabía muy bien donde estaba el "hotel" y nos dio alguna vuelta innecesaria que nos mostró la miseria del pueblo, de sus casas de adobe y calles sin asfaltar...

Una vez instalados en la posada, acompañados por una empleada que nos quería recomendar su agencia de turismo, salimos a comer algo y contratar la excursión que queríamos hacer al día siguiente visitando las Islas Ballesta y la Reserva de Paracas.


Tras un paseo por la calle principal de Pisco, guiados por la Lonely entramos en uno de los restaurantes recomendados a probar el ceviche recién pescado de la costa. Teníamos tanto apetito que ni nos acordamos de hacer una foto al bonito plato hasta el final. Entonces fue cuando hicimos una foto a una de las señales que estaba en la pared y que veníamos viendo a lo largo de toda nuestra corta estancia en Perú: "ZONA SEGURA EN CASO DE SISMO". En aquel momento, lo hicimos por curiosidad y no podíamos imaginar que el hecho era premonitorio. Fue la única foto que hicimos en Pisco (todas las demás son de archivo o cedidas por amigos).

Salimos del restaurante sin el cambio, más que por agradecimiento porque las chicas que nos atendían parecía que se habían olvidado de nosotros, a pesar de que éramos sus únicos clientes. Un metros más adelante entramos en otro local en busca de un buen postre y unos auténticos Piscos Sour. También resultamos ser los únicos clientes de este local cochambroso en el que nos atendió un niño. Nos instalamos en un inestable balconcito que daba a la calle principal y esperamos a que nos trajeran las consumiciones cuando descubrimos un pequeño ratoncito olisqueando las sillas y las mesas. Nos trajeron la macedonia para compartir y los Piscos, todo muy casero y en una vajilla muy deslucida. Nos lo tomamos y cuando salimos toda la familia nos daba las gracias.

Deshicimos el camino andado hasta la plaza de armas y nos acercábamos a la agencia de tours que nos había indicado la empleada de la posada, cuando salió a nuestro paso el chico de la agencia de al lado y consiguió atraer nuestra atención y meternos en su local. Una vez allí nos envolvió con su oferta y finalmente reservamos la excursión combinada del día siguiente.

Sabiendo que Pisco no ofrecía demasiados atractivos, nos sentamos en la escalinata del monumento del centro de la plaza de armas. El ambiente era tranquilo y la gente paseaba apaciblemente a nuestro alrededor. Yo sentía cierta inquietud porque unos tipos se colocaron detrás nuestro. La tarde empezaba a decaer y no tenía sentido quedarse allí porque no había nada especialmente agradable. Así que decidimos irnos a la posada a descansar y preparar las cosas para el día siguiente.


Mientras Iván veía la tele, yo me duchaba y preparaba la ropa para el día siguiente. Al rato estábamos en pijama sentados en la cama y comentando el discurso de Chávez sobre su "incomparable constitución". De repente todo empezó a temblar, enseguida se fue la luz y la tele. Sonaba la casa moviéndose y cosas cayendo fuera de la habitación.
En ese momento pensaba que pronto todo acabaría y se restablecería la normalidad, incluso llegué a pensar que sería una buena anécdota que contar (¡qué optimista,yo!), pero esa primera fase dio lugar a una segunda mucho más violenta. Parecía que nuestra habitación era agitada por una mala bestia. En ese momento, no quería ya pensar pero inevitablemente lo hice y pensé que se iba a caer todo encima nuestro. No sé en que momento, pero Iván y yo nos abrazamos y permanecimos sentados encima de la cama si reaccionar hasta que el movimiento cesó.

Entonces nos levantamos. Iván fue hacia la puerta y la abrió, yo no miré, pero su grito me hizo preocuparme más de lo que ya estaba. Volvió a cerrar la puerta y me dijo que me pusiera lo zapatos y me vistiera con todo lo que pudiera para salir de allí. Al principio en la oscuridad yo no encontraba nada y me empecé a poner nerviosa, pero pronto Iván encontró la linterna y juntos nos serenamos, nos vestimos y empezamos a recoger nuestras cosas a la velocidad de un relámpago.

La segunda vez que Iván abrió la puerta salió por ella y yo le seguí. Atravesamos una nube de polvo y agua por el pasillo hasta llegar a la recepción donde encontramos a casi todos los huéspedes cubiertos de polvo y con mucha confusión. Creo que en ese momento hubo alguna réplica que hizo que todo el mundo saliera hacia fuera y fue entonces cuando salimos a la calle y vimos que la ciudad estaba convertida en escombros. Nuestra posada que estaba a una o dos "cuadras" de la plaza de armas ya hacía esquina en la calle.


Después de la réplica todos volvimos a entrar a la recepción, porque nadie sabía si el peligro estaba dentro o fuera. Iván y yo no parábamos de abrazarnos repitiéndonos que estábamos bien.

Los dueños del hotel encendieron una luz de gas en la recepción y trataban de tranquilizar al personal. Aquella tarde en la agencia Zarcillo Tours ya habíamos oído hablar del dueño de la posada, Joan, un emprendedor catalán afincado en Pisco desde hacía más de una década y casado con una peruana llamada Pilar.

Iván entre toda la confusión de la gente, le preguntó a Joan que podíamos hacer y este contestó muy serenamente -compartir este momento que nos ha tocado vivir juntos. Parecía como si estuviera acostumbrado a las catástrofes. A pesar de que en algún momento pensamos en ir a la plaza de armas a pasar la noche, las advertencias contra saqueos y los escombros del camino nos disuadieron y terminamos acompañando a Joan a otro hotel que había construido recientemente a cinco minutos del anterior y que no había sufrido ningún desperfecto. La puerta del hotel estaba taponada por escombros y tuvimos que entrar al jardín del mismo por una guardería derrumbada que lindaba. Una vez allí nos advirtieron que no encendiéramos ni un cigarro porque un depósito de gas había caído de la casa a pocos metros.

Accedimos a un solar que estaba casi cubierto por un gran muro derruido. Nos dio seguridad estar en el centro de aquel solar y nos sentamos en círculo unas seis o siete personas. Todos éramos de distintas nacionalidades y estábamos muy asustados. En algunas de las réplicas llegamos a darnos las manos. Alguien desde la oscuridad de al lado salió a decirnos que aquel sitio era seguro pero nadie sabía quien era y no nos atrevíamos a acercarnos a ninguna casa. Empezaba a hacer frío y yo cambié mis zapatillas por la botas. Me di cuenta que el chico francés que estaba a mi lado y que ya habíamos visto en la recepción descalzo debía estar pasando mucho frío con las zapatillas de chica que le habían prestado y sin calcetines, asi que le prestamos lo que pudimos.


Creo que fue él, el que se acercó a la casa y nos dijo que era seguro y más confortable que el centro del solar. Cuando nos acercamos vimos que era el porche del hotel nuevo y un jardincillo que lo separaba de la casa de Joan. En el porche había un señor con cierta edad sentado en una silla cubierto por una manta. Se trataba de Umberto, un terrateniente pisqueño que reside en Lima y que se encontraba allí para atender negocios. Nos contó que aquel día tenía pensado cerrar un trato con un sobrino suyo pero que este finalmente no había podido llegar ese mismo día, razón por la cual pasaba aquella noche en Pisco. El nos contó las primeras noticias sobre el terremoto, ya que se había comunicado con su esposa en Lima. Al principio, nos habíamos acomodado en el jardín pero cada una de las réplicas nos hacía levantarnos y perder la poca calma que teníamos. Pasado un rato la conversación de Umberto y la tranquilidad que nos trasmitía hizo que poco a poco fuéramos entrando todos en el porche y sentándonos alrededor, aunque una y otra vez la conversación se interrumpía con las réplicas y el grupo se abría para formar otro círculo en el jardín. Las situación hubiera resultado cómica si no fuera por el miedo que teníamos. Qué sensación más extraña que la tierra se mueva bajo tus pies, trasmitiéndote una especie de descargas. No hay nada que puedas hacer, no tienes ni el más mínimo control de la situación.

El tiempo pasaba muy lentamente y se rumoreaba que había riesgo de Tsunami. Joan que iba y venía, nos trajo botellas de agua y creo que puso algún vigilante en la puerta del hostal. Eso me dio traquilidad porque momentos antes habíamos entrado dentro y en la oscuridad del pasillo de repente, una señora en tono de súplica nos pidió dinero diciéndonos que lo había perdido todo. No le dimos nada pero tampoco alertamos de que estaba allí. Probablemente se había colado en el hotel y Joan o su vigilante la echarían después.

Tras la caída de la red eléctrica lo siguiente fue la red de móviles. Tratamos de envíar un sms pero parecía imposible. Escribí un mensaje lo más tranquilizador posible y se quedó enviando... al rato cuando volví a mirar, había salido!! pero..., ¿había llegado? Ya no volvió la cobertura en toda la noche. En cambio la red fija debía funcionar porque la enorme torre de telefónica a pesar de la sacudida seguía en pie.

Desde el principio una chica alemana se había tumbado en el jardín dentro de su saco y suponemos que estaba dormida porque ni se había movido (tan sólo con las réplicas). Poco a poco el sueño y el cansancio fue venciéndonos y algunos la siguieron. Iván y yo preferimos quedarnos en el porche cubiertos por unas colchas que nos había prestado Joan. Finalmente este nos invitó a pasar a su casa y el resto de la noche la pasamos allí. Pilar intentaba sintonizar alguna emisora de noticia y a duras penas se lograba oír una frase seguida. De todos modos era desesperante escuchar noticias del terremoto obviando el desastre de Pisco. Quzá los otros pueblos afectados, Chincha e Ica, habían logrado comunicarse antes con Lima. Pasado un gran rato, una señora llamó a la radio y comunicó el desastre de Pisco. No recuerdo cuando pero poco a poco empezamos a recibir más noticias. El terremoto había sucedido en el mar a 20 Km de la costa de Pisco. El pueblo estaba tan sólo a 1 Km de la playa y aún así el riesgo se Tsunami ya había pasado.

En casa de Joan y Pilar a ratos hablábamos, a ratos estábamos en silencio. El aullar de los perros ponía los pelos de punta. Aquellas horas se hicieron interminables... No parábamos de pensar en las preocupación de nuestras familias cuando se enteraran de la noticia. Nos decían que a las cuatro de la mañana amanecería pero la hora llegó y nada… hasta las 6 no hubo realmente luz para poder tomar decisiones.

Uno de los momentos más cómicos de la noche, que en aquél momento no lo era tanto, fue cuando Luis, un chico que conocimos aquella noche, entró en casa de Joan para charlar y mantuvo una larga conversación sobre la casa, su construcción, profundidad de cimientos y demás detalles... Le pidió a Joan un plátano y justo en ese momento hubo una réplica y Luis salió corriendo como si lo hubiese robado, jeje! Y a mi que me habían convecido sobre la seguridad de esa casa...

Cuando amaneció, Pilar nos dijo que llamáramos a la embajada, ya que el teléfono funcionaba apenas para llamadas nacionales. Si no es por la insistencia de Iván no conseguimos comunicarnos. El empleado que estaba detrás del teléfono tenía una voz despreocupada y tan sólo tomó nuestros nombres y aconsejó que nos marcháramos a Lima como pudiéramos… De nuevo Pilar nos aconsejó llamar a casa desde la cabina de enfrente, lo único que quedaba en pie de la calle junto con parte de nuestro hotel. ¡No! ¿cómo va a funcionar la cabina? Es imposible!!! Pero de nuevo Iván, un hombre con fe, decolgó y piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!. Al otro lado la voz alegre de su madre que había visto la noticias le preguntaba que si nos había pillado cerca… Iván miró a su alrededor y contestó a los pocos segundos –un poco.


Después del infierno de noche que habíamos pasado teníamos claro que no queríamos pasar una noche más allí, así que acordamos con otros turistas salir de Pisco en grupo para protegernos y llegar a la panamericana con la esperanza de que hubiera circulación. Nos pusimos a andar unas once personas con nuestras mochilas dirección la salida del pueblo esperando encontrar algún vehículo que nos pudiera acercar al cruce. El primer coche que encontramos lo tomaron los dos chicos accidentados que iban con nosotros. Después de eso no encontramos ya otro vehículo disponible, a pesar de que un lugareño nos ayudó a buscar dando vueltas por todo Pisco destruido. Entonces fue cuando nos dimos cuenta de la dimensión de la catástrofe. Las calles estaban cubiertas de escombros, los cuerpos eran apilados en la plaza cubiertos con sábanas blancas. Los ataudes eran transportados a nuestro alrededor y la gente se lamentaba.

A pesar de las advertencias de peligro que nos hizo la gente, aquel grupo de Babel decidió que lo mejor eran caminar hacia la Panamericana y así lo hicimos. El sol a esa hora ya se descolgaba y con el ejercicio y el peso de la mochila, empezamos a sudar y quitarnos ropa. Iván todavía llevaba su pijama puesto debajo de la ropa! Cuando aun quedaba algo de camino para llegar al cruce, un camión paró y nos cargó a todos como mercancía en el remolque. En el interior íbamos riendo y compartiendo la crema solar. Por fin llegamos a la Panamericana y vimos el caos de caravana que estaba formado allí.


Parte del grupo decidió que intentaría ir hacia el sur, hasta el aeropuerto más cercano, Ica y allí tomar un vuelo hasta Lima. Nosotros no confiábamos en que este aeropuerto funcionara normalmente o en conseguir plaza si así era, así que nos pusimos a andar en dirección Lima buscando un autobús que nos recogiera o la parada en la que tomarlo. Tuvimos que andar varios kilómetros preguntando hasta que llegamos al Puente derrumbado de San Clemente, lugar en el que la circulación de un carril, tenía que aguardar parado, mientras el otro circulaba, y así turnarse sin orden, ni concierto. La gente del lugar trataba de organizar el tráfico y apenas se veían militares o policía.


Una vez pasado el puente, llegamos a la parada de autobuses pero sin haber esperado demasiado, Arma y Luis, una pareja que venía con nosotros, consiguieron un taxi que nos llevara a 200 km de Lima. Al menos rápidamente saldríamos de la zona afectada. El taxi era una vieja ranchera en la que viajamos 8 personas con el conductor. Una pareja de Norteamericanos viajaron en el maletero, Arma y Luis en el asiento del copiloto y el chico francés, Iván y yo en la parte de atrás. A pesar del stress y de la conducción temeraria del taxista, dado el estado de la carretera, el cansancio me venció y me dormí buena parte del camino. Cuando desperté ya habíamos pasado los desniveles de medio metro entre carriles, las grietas, etc.,. y estábamos en una gasolinera repostando. A los pocos kilómetros el taxista paró y nos dejó a un borde de la carretera diciéndonos que de allí no pasaba, así que le pagamos como 40 soles cada uno (10 €) y se marchó. Casi al momento ya se avistaba un bus que paró y al que nos subimos. A las 16:00 h ya estábamos en la ruidosa Lima, sanos y salvos. Luis, Arma, Iván y yo nos despedimos de los demás compañeros de viaje y cogimos un taxi juntos camino de Miraflores, donde buscaríamos alojamiento.

Aquella noche los cuatro cenamos opíparamente para celebrar nuestra suerte brindado con Pisco Sour y a Iván que le había parecido hasta entonces un brebaje, le supo a gloria! Por lo visto Lima también había sufrido la sacudida y la gente lo comentaba, incluso nos pidieron los primeros donativos para paliar la catástrofe. De madrugada hubo una réplica pero nosotros entre los piscos y el cansancio ni la notamos.

Todavía nos alertamos hasta con los temblores del Metro.

martes, 31 de julio de 2007

Comienzo

Hola!!!

Estas son las primeras palabras en el blog. Somos Ana e Iván... intentaremos tener la página actualizada con nuestros viajes, conciertos, rutas de bicicleta... de montaña... lo que se nos ocurra

Un saludo